Arvejas y garbanzos en el SOB: algo más que una rotación para fijar nitrógeno al suelo
La mayoría de la producción de estos cultivos invernales se destina a la exportación. También puede utilizarse como forraje.
“Detrás de una arveja siempre viene un buen trigo”.
La palabra del productor agropecuario Guillermo Irastorza, acerca de la experiencia desarrollada en campos del distrito de Coronel Dorrego, describe una realidad relacionada a la importancia de incorporar diferentes cultivos para la rotación que, al final del camino, contribuye a lograr una mayor eficiencia y sustentabilidad.
Por Guillermo D. Rueda
“Es una leguminosa y, como tal, fija nitrógeno al suelo. Empezamos con ese motivo, para ver si mejoraba la tierra y así sucedió. Después de una arveja se obtiene un muy buen trigo sin necesidad de fertilizante nitrogenado, porque ya tengo nitrógeno en el suelo. La secuencia de rotación podría ser una leguminosa, luego un trigo, después un maíz y, finalmente, un girasol. Y después se podría sembrar vicia, o volver a una arveja o a un garbanzo. Es decir, se trata de un cultivo invernal más que ofrece buenas alternativas”, amplía.
En el sudoeste bonaerense estas siembras se concretan a mediados del mes de junio (de manera semejante al trigo). “Antes sembrábamos a fines de julio, después de terminar el trigo, pero aparecieron más invernales y hacerlo más temprano funciona mejor. El garbanzo, en cambio, lo sembramos entre el 15 y el 30 de julio”, aclara Irastorza.
La cosecha es relativamente sencilla y se desarrolla de manera semejante a la soja (como uno puede presumir). Se utiliza una plataforma de ese mismo cultivo, con un flexible que va arrastrado —se trata de una planta de escasa altura— para recoger las chauchas desde abajo. ¿En qué fecha? Tanto en arveja (un poco más adelantada) como en garbanzo coinciden con la del trigo, generalmente en el mes de diciembre.
Arvejas y garbanzos; parecidos pero distintos: “Aunque son similares, diría que el garbanzo se adapta más a nuestra zona. Es como que le gusta más lo seco, porque es más rústico y con menos exigencias respecto del agua. Cuando el garbanzo tiene buenos años, empieza a aumentar el tamaño de grano y así se puede lograr una mejor cotización en el mercado”, describe.
La demanda de agua, un tema crucial para nuestra región, también coincide con las exigencias del trigo (más allá de la aparente rusticidad del garbanzo).
¿El destino de la arveja? Irastorza lo explica de esta manera: “Nosotros hacemos la variedad verde, que es para consumo humano, y la amarilla, que es más forrajera y la usamos para el criadero de cerdos porque suple a la soja. Tiene menos proteína; esto es, alrededor del 22-23 % comparado con el 29 % de soja, pero al cultivarla acá nos resulta muy conveniente. ¿La comercialización? Si bien no se trata de un commoditie, tiene salida. El problema principal es que hay que vender en Rosario, o en zonas cercanas, porque es donde existe más mercado y desde allí se exporta”.
A nivel de producción nacional, y tras una mala campaña 2022/23, la producción de arvejas se triplicó —hasta 2024— y se ubicó más de un 20 % por encima del promedio de las últimas cinco campañas. El crecimiento se explica por alzas en todos los indicadores productivos.
La superficie sembrada creció casi un 9 % y el regreso de las lluvias incrementó el área: en 2022/23 se cosechó sólo el 60 % de las hectáreas sembradas, pero en la campaña 2023/24 se mejoró hasta el 92 %. Pero no es sólo eso, se duplicó la productividad a partir de un manejo más eficiente del cultivo.
Respecto del garbanzo en el país, y a pesar de un crecimiento de más del 50 % del área sembrada, el rendimiento tuvo una suba del 6,5 % (pero aún permanece debajo de sus promedios).
En el caso de las legumbres en general, sumando porotos y lentejas, los ritmos de producción han condicionado los volúmenes de exportación. En este sentido, de acuerdo con la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), el volumen embarcado de porotos cayó un 46 % y tocó su menor valor exportado desde 2013 (cayendo al 38 %). En arvejas, tras la sequía las toneladas exportadas se multiplicaron por 10 y llegaron al tercer nivel más relevante en dos décadas. El dato: por la caída de precios, las exportaciones —medidas en dólares— se multiplicaron por 7.
La demanda internacional instalada de comercialización de legumbres, que promete llegar hasta las 19 millones de toneladas anuales, no deja de ser otra oportunidad —una más— para la constante generación de alimentos de la Argentina.
Fuente: /www.lanueva.com/